El sonido deslizante de una lagrima, es similar al de una catarata. Ambas reducen su existencia a un brusco golpe , algo hipnotizan te. Con el fugaz ruido que choca a las rocas puntiagudas, o también llamado los recuerdos.
El agua tibia, fría y quizás la más clara del mundo. Y allí reflejamos los diversos momentos que vivimos. Se puede llorar por muchas razones, involuntariamente, por motivos que escapan de la razón y se esconden de algo que acaba. Por daños emocionales o físicos. Por algo ageno a nosotros mismos pero propenso a afectarte. Por impotencia de querer y no poder. Y podría seguir indicando casos, por los cuales tentamos la sabiduría con el aprecio. Muchas lágrimas son robadas, o nunca llegaron a su destino. Todas juegan al escondite por nuestras mejillas, hasta su final atroz en la barbilla. Donde se despega lentamente diciendo adiós a un camino para adueñarse de otro. No somos mejores por practicar esta obra, ni por ensayarla cada día.
Nos hace ser honestos y valiosos el motivo por el cual son expulsadas de su hogar, el motivo por el que el corazón conecta directamente con nuestros sentidos. Consiguiendo una textura hasta en nuestra piel.
No es malo llorar, pero si lo haces que sea por algo. Y no siempre tiene que ser por ti.
Cuando lloras faltan las palabras, sobran cuando ries.
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