Haga lo que haga, esos lugares teñidos de una fina capa de verde chillón...
Donde susurran secretos los árboles protectores.
Ese lugar donde te sienta sola y acabas acompañada.
Donde respiras aire puro incitando sin razón a la carcajada espontanea.
Cuando estoy allí no soy yo, es mi alma quien vigila cada detalle, cada rincón inexplorado de ese maravilloso paisaje.
No se ocasionan preguntas, ni opiniones... Solo te saludan las hojas dándote la bienvenida.
Acaricio cada vida distinta llenándome de asombros, viendo el mundo más allá de una estructura.
No soy capaz de parpadear, ni de perderme una milésima de segundos lo que mis ojos me ofrecen como droga de la cual nunca seré capaz de abandonar.
Y entonces en ese último rincón del mundo donde tu mente te doma, y te hace recorrer cada pensamiento, cada instante para plasmarlo en tu cara.
Lugar donde los problemas se engancharon en ramas, y la hierba los pausó.
Donde el cielo te guía, y las nube te aconsejan.
Donde descubres vidas más pequeñas, pero te das cuenta de su gran valor.
Sinfonías gratis que grabas para escucharla indeterminadamente.
Un sinfín de colores, de olores. Tumbarte y sentir las flores y deslizar tu mano sobre tu alrededor.
Amo perderme en mi rincón favorito del mundo, allí donde jamás estaré sola y donde mi vida pasa a ser un conjunto mezclada con los verdaderos dueños del lugar.