lunes, 30 de enero de 2012

Nunca se me dió demasiado bien.




Hoy tras un muro que huele a futuro. Yo permanezco aislada como un deseo incrustado en un diente de león que nada en el agua sin ánimos de sobrevivir.
Hoy veo como sombras dibujan puertas con cerradura, y yo aún no se donde está mi llave.
Tras un manto de pavor de aceptar lo que viene, ahí sigo arrodillada, ante la dureza de la piedra ostionera que aún huele a restos de mar. Veo las gaviotas que traspasan la fortaleza y escucho como sus sonidos se van desvaneciendo en el tiempo. Hoy veo como todo avanza y yo me quedo atrás. Como la colilla de un cigarro que se funde en la tierra.
No se que misterio me depara el destino, ni adonde volará mi mente y mi cuerpo.
Solo sé que soy yo la que escondida y temerosa se halla, pero sin dejar que el frío y las perturbaciones del tiempo se apoderen de mí. Indecisa pero no fugaz.
No dejaré que las nubes me hagan pequeña, ni que el sol me olvide. Recogeré los rallos de tormentas, para algún día aprender de su potencia. Intentaré ser como una ola del mar permanente, ya que cuando todos vuelvan yo seguiré donde siempre. Mostrándome como la salitre en las orillas de cualquier playa, acompañada de diversas piedras que propensas a desgastarse, yo iré renovando para aumentar su tamaño haciéndolas eternas.